Sentrirás, en tu espalda,
siniestra mi mano derecha
acariciándote con dedos de mercurio,
disolviéndose en tu epidermis,
compartiendo mi miseria con vos.
Es lo único que me quedó,
lo que me guardé para el final.
El último paso de un plan cronometrado, ensayado y calculado
para quedarme tan vacío como una mamushka.
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