Me mandé al súper, al mercado
Corriendo a hacer un mandado
Quería conseguir tierno alimento
Solo obtuve un duro escarmiento:
Era el día del pescado
Elegí de entre miles, el dorado.
Saludé, con un gesto insinuado,
a la chusma de Esther y su cuñado
en aquel momento desdichado
fue que me convenció de comprar el ofertón bacalao.
Me agarro desprevenida… lo compré por insistencia
Acá estoy, tratando ahora, de ablandar su consistencia
Querida doña Esther, la tengo bien presente
Si fuera ahora usted me cuidaría los lentes.
viernes, 22 de febrero de 2008
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